¿Y dónde está el auditor?

¿Y dónde está el auditor?

Un poquito de historia para entender el contexto

En su libro Empresas que mienten el maestro Orial Amat relata que existen indicios sobre revisión o certificaciones que se remontan a civilizaciones como el antiguo Egipto, Babilonia y en la India donde “existían sistemas de control de las entradas y salidas de los almacenes que eran orales, ya que los movimientos eran explicados de viva voz a los inspectores de tributos. (Primeras auditorías – del latín audire, que significa oír-). Y es que incluso en aquellas prácticas “los engaños contables se producían cuando los funcionarios y escribas enviados por el Emperador a recaudar los tributos del templo se quedaban con una parte de los mismos tras modificar los beneficios de las cosechas.”

Estos vestigios del inicio del trabajo del auditor ya nos van perfilando qué es lo que la sociedad o los ahora llamados usuarios de la información financiera esperan de nuestra profesión, algo que resulta tan sencillo y complejo a la vez, para poder entender, definir, medir y entregar, algo llamado “confianza”.

Nacimiento de los mercados internacionales

El correr de los años, la evolución y expansión de aquellas primeras civilizaciones, trajo como resultado que la información que utilizaban los reinos y dueños de los capitales se hiciera cada vez más compleja, con mayores retos para poder tomar decisiones, que requiriera de mayor oportunidad en su disposición, y que cada vez más se cuestionara sobre su fidelidad para seguir promoviendo el desarrollo de la actividad económica.

Surgen entonces los mercados internacionales tanto para el comercio como para la inversión, por ejemplo, y solo por listar algunos tenemos en 1602 – Compañía Holandesa de las Indias Orientales.

Pero como era de esperarse, no todo es miel sobre hojuelas, y la información es poder, por lo que algunos grandes inversionistas aprovecharon su posición para tomar ventaja de ello y es entonces que para 1622 las quejas de los accionistas menores hicieron que las autoridades obligasen a las compañías a suministrar información a todos sus accionistas y no sólo a los que presidían el consejo.

Pero aún con esa incipiente regulación, se dieron sucesos que pusieron en jaque a los inversionistas, incluyendo algunos reyes quienes vieron perdido su capital en la expansión al nuevo mundo, por ejemplo, los siguientes casos:

  • En 1711 la quiebra de South Sea Company quienes reportaron operaciones con oro del Perú que no habían iniciado.
  • En 1878 el colapso del City of Glasgow Bank, que se encargaba de pagar dividendos del 12% anual, cuando su situación de quiebra le había obligado a falsificar certificados de valoración de las inversiones mineras que tenía en EE. UU.

Es entonces que la necesidad de los usuarios ante la falta de confianza en la información que recibían, dio como resultado que algunas empresas empezaron en forma voluntaria a emplear auditores para asegurarse de que no se producían engaños en las cuentas.

  • A partir de 1880 los capitalistas escoceses e ingleses que invertían en Bolsas norteamericanas enviaban a sus auditores para asegurarse de que los balances que suministraban las empresas eran fiables.
  • A partir de 1930 se obliga a las empresas cotizadas en Estados Unidos a informar de sus estados contables y a someterlos a auditoría externa a cargo de un CPA.

Nuevos engaños y nuevas regulaciones

Pero como nada en este mundo garantiza el correcto actuar el ser humano, surgen nuevos eventos que hacen que la sociedad cuestione la credibilidad de la contabilidad y de la auditoría, e inicia con ellos una nueva regulación para el trabajo del auditor.

Para 1941 la SEC señala la obligatoriedad de que los auditores incluyesen la confirmación de saldos con terceros y la comprobación física de la existencia de los activos tangibles luego de que en 1938 McKessonn & Robbins reportara fraudes tras diez años de “inflar” inventarios y cuentas por cobrar.

En 1968 Bar Chris Construction Corporation presentó un deterioro muy importante entre la fecha de cierre del ejercicio y la fecha en que se publicó el informe de auditoría. Este hecho trajo como resultado la obligatoriedad de evaluar, en el informe de auditoría, hechos posteriores que pudiesen modificar la imagen que ofrecían las cifras a la fecha de cierre.

Nuevas crisis y nuevos colapsos de la economía como la serie de acontecimientos al inicio del nuevo milenio hicieron nuevamente que la sociedad se preguntara sobre el desempeño de los “guardianes de la verdad”, “los paladines de la confianza y certeza de la información financiera” y su actuar ante las grandes corporaciones.

Casos como Enron, el pinchazo de la burbuja “punto com”, WorldCom, Global Crossing, Tyco, Xerox, Parmalat, pusieron de manifiesto que, al menos ante los ojos de la sociedad, alguien no estaba haciendo su trabajo, o al menos no como se espera que fuera ejecutado.

La respuesta de los organismos reguladores, tras una serie de consideraciones sobre el trabajo de propios y extraños, vino a revolucionar el mundo de las entidades públicas y a marcar la pauta para que el trabajo de revisión impactara también a las entidades privadas.

Ley Sarbanes Oxley

Surge en 2002 la regulación comúnmente conocida como 404 – Ley Sarbanes Oxley, que entre muchos otros requerimientos incluye la obligación para las entidades de evaluar y reportar sobre la existencia de controles internos que “aseguren” que las transacciones de las entidades y su reporte financiero son adecuadamente reportados y que existen los controles suficientes para que los encargados de su administración y operación sean capaces de identificar posibles desviaciones que tengan un impacto material en los estados financieros. Así mismo, surge la obligación para los auditores de estas entidades de pronunciarse al respecto.

Otras medidas internacionales involucraron el que Estados Unidos reformara leyes mercantiles, se modifican normas de auditoría en muchos países, la adopción de Normas de Internacionales Información Financiera (IFRS) para entidades públicas europeas y el nacimiento del PCAOB – auditor de auditores -.

Con toda esta nueva regulación, para 2009, vuelven a darse escándalos financieros en el mundo, originados por transferencia de recursos a territorios de baja regulación, reformulación de estados financieros de compañías públicas ocasionados por mala valoración de activos y deuda, incorrecta estimación de ingresos, deficiencias en la información sobre riesgos, etc.

El mundo evoluciona y con ello la complejidad de las transacciones económicas y la creatividad humana para resolverlas.

¿O tomar ventaja de ellas?

Diferencia de expectativas

Lo que resulta innegable es lo que parece ser el eterno juego del huevo y la gallina ¿Qué hacemos primero, creamos regulaciones o ideamos nuevas formas de hacer negocios en el mundo?

Si bien ha quedado claro que el objetivo de la auditoría es aumentar el grado de confianza de los usuarios de los estados financieros que formulan los administradores, y que dicho objetivo se logra, desde el punto de vista del auditor, al establecer que la opinión del auditor es sobre la evidencia que obtuvo respecto de que los estados financieros en su conjunto están libres de errores materiales debido a fraude o error; mientras que por otra parte, los usuarios de los estados financieros tienen normalmente una percepción distinta, por ello la interrogante “¿Dónde estaban los auditores?” cuando salta un escándalo contable.

El AICPA en su “Revisión independiente de la calidad y eficacia de la auditoría” menciona como factores clave los siguientes:

  • El primer factor clave es determinar la identidad de los usuarios de la información financiera y no financiera corporativa. El valor de la auditoría y si la auditoría sirve al interés público sólo puede evaluarse en función de si cumple con las necesidades y expectativas de los usuarios.
  • El segundo factor clave está relacionado con el primero, pero es más específicamente una necesidad de describir lo que se entiende por “interés público”. Podría decirse que todos los auditores dirían que cumplen con su trabajo y producen el resultado de auditoría basados en el interés público, pero existen diversas opiniones sobre lo que significa “actuar en interés público”.

Por su parte el IAASB, en su documentación y reciente consulta sobre “Fraude y negocio en marcha en una auditoría de estados financieros: explorando las diferencias entre la percepción del público acerca del rol del auditor y las responsabilidades del auditor en una auditoría de estados financieros”, hace hincapié en la necesidad de explorar los temas relacionados con las expectativas de los usuarios de la opinión del auditor dado que el rol del auditor al respecto es un asunto de interés público”.

Lo que unos y otros entienden

Al parecer el verdadero conflicto es, como en toda situación humana, un problema de entendederas, justo en ese camino entre lo que se pretende comunicar y lo que el receptor quiere interpretar o recibir.

Para los auditores parece ser muy claro que la imagen fiel de la situación patrimonial es el apego a las normas contables y a la legislación vigente, es decir la realidad vista a través de los anteojos de un marco normativo, y aún entre gitanos hay discrepancias, ya que los resultados pueden variar de un país a otro para un mismo ente económico.

Si bien hay ciertos estándares mundiales para la ejecución del trabajo del auditor, Nomas Internacionales de Auditoría, y las reglas de evaluación de su trabajo para entidades públicas como lo es el PCAOB quien controla la calidad de las auditorías, donde dicho sea de paso las deficiencias comunes están relacionadas con la evaluación del control interno, las estimaciones contables y los muestreos, temas meramente vistos a juicio del auditor, hay factores que pueden influir en la ejecución de los trabajos como honorarios vs calidad, independencia, las expectativas de las agencias de rating y las expectativas del mercado.

Los reguladores, quienes velan por el bien de los usuarios, sin entrar en detalles sobre la igualdad de los mismos y con la mente de que el principal usuario de la información es la sociedad en sí misma, cada vez piden más del trabajo de auditoría. En cada período de recesión económica se aprueban nuevas normativas con el intento de evitar que se vuelvan a producir los fraudes y colapsos de las economías.

Debemos también reconocer que la información financiera tiene limitaciones, precios de adquisición, diferencias contables internacionales, métodos de valuación de intangibles, complejidad de la normatividad fiscal, económica, financiera, legal, etc.

La evolución y objeto de los trabajos de aseguramiento y atestiguamiento que hoy en día realizan los auditores, tales como

  • a) Auditoría de estados financieros,
  • b) Dictamen para efectos fiscales,
  • c) Dictamen para efectos del Seguro Social,
  • d) Dictamen del INFONAVIT,
  • e) Dictamen de contribuciones locales,
  • f) Dictamen por enajenación de acciones,
  • g) Pericial contable,
  • h) Revisión de información financiera intermedia,
  • i) Otros servicios bajo normas para atestiguar (Serie 7000),
  • j) Informe del contador público sobre el resultado de la aplicación de procedimientos convenidos,
  • k) Informe sobre trabajos para compilar información financiera, y otros que los usuarios podrían solicitar y que no están necesariamente normados o contemplados, responde a los requerimientos de los propios usuarios de dichos reportes en su búsqueda de confianza.

¿La solución?

Lo único que parece aportar a resolver la discrepancia entre la expectativa de los usuarios de la información financiera y el trabajo que ejecuta el auditor con base en un marco normativo es comunicación y promoción de lo que hace y lo que no hace un auditor en el desarrollo de su trabajo. Lo que sí hace, y así debe ser entendido, es:

Entender el compromiso de auditoría y ser claro con el usuario respecto del alcance y limitaciones de sus procedimientos y juicios. Ser específico en el alcance del servicio, ya sea Auditoría, Revisión o cualquier otro trabajo adecuado a las circunstancias.

Entender el negocio e industria de nuestro cliente par poder evaluar riesgos, hacer consideraciones de materialidad, identificar cuentas o asuntos significativos a reportar.

Mantener comunicación constante con la administración y patrocinador de sus servicios respecto de las deficiencias de control, diferencias de auditoría, pero sobre todo anticipar asuntos clave.

Hasta aquí, como rezan los dichos populares, “yo soy responsable de lo que quise decir, no de lo que tú quieras entender”.


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